Como cada año por estas fechas, todos sentimos la irresistible tentación de ir caminando por el monte a Candelaria, pero ¿por qué lo hacemos? Acaso la gasolina está tan cara, en ese caso siempre podremos comprarle a Ovidio un Bono bus, o es que saben tan bien los bocadillos de salami que reparte Loly en la cumbre. Además, de noche en el monte hace un frió que te cagas, sabes que por el camino te caes mínimo tres veces, muy probablemente rompas el chándal o/y los tenis (las cholas cuando bajas no suelen servir para mucho más) y que la linterna se te quedará sin pilas, o se te caerá, y a ver quién es el guapo que la arma a oscuras. ¿Todo eso para qué? para llegar a Candelaria y quedarte en la playa o en la plaza, comerte unos churros (algunos también aprovechan para bañarse desnudos en la playa) y seguramente volver sin haber entrado a la basílica, y si al menos uno se pudiese traer del monte unas castañas... Yo sigo sin entender el porqué, pero como todos los años, seguramente vuelva ...